martes, 29 de marzo de 2011


El Crecimiento de las Actividades del Estado en el siglo XX


Comprender al Estado implica necesariamente conocer cuál es el sentido de sus acciones. La primera percepción acerca del Estado, históricamente, es su función represiva. El Estado capitalista se distingue de los particulares por su «monopolio del uso legítimo de la fuerza», según la famosa definición de Max Weber. El Estado posee y maneja una serie de instituciones, de «aparatos» que concentran la función de coerción, a los fines de garantizar las condiciones de «orden» necesarias para el normal desenvolvimiento de la sociedad: Policía, cárceles, tribunales, son expresiones de control social, que se centran en buena medida en mantener el sometimiento de las clases subalternas. Buena parte de los recursos y acciones de los Estados, aún de los más democráticos, están orientadas a mantener y desarrollar su capacidad de ejercer la fuerza. Los aparatos represivos conforman una suerte de «núcleo» que todo Estado posee, y que de algún modo lo define como tal.

En el capitalismo, el carácter puramente económico de la relación de explotación, permite definir una esfera de libertad para los explotados.Una libertad civil, que les permite disponer de su persona, elegir con quien trabajar y donde residir.Y una libertad política, que es la contenida en el concepto de ciudadanía, y que abarca aspectos negativos, de protección frente al Estado, y positivas, de ejercicio de determinados derechos en dirección al Estado.

México tiene una economía de libre mercado orientada a las exportaciones. Es la 2ª más grande de América Latina, y es la 3ª economía (PPA) en tamaño de toda América después de la de los Estados Unidos y Brasil. Según datos del FMI, en 2009 el Producto interior bruto, medido en paridad de poder adquisitivo (PPA) supera el billón de dólares, convirtiendo a la economía mexicana en la 11ª más grande del mundo —aunque en 2001 había sido la novena— y la número 14 por Tipo de cambio. Además, se ha establecido como un país de renta media alta. Desde la crisis de 1994 las administraciones presidenciales han mejorado los cimientos macroeconómicos. La nación no fue influida por las crisis sudamericanas y ha mantenido tasas de crecimiento positivas, aunque bajas, después del estancamiento económico del 2001.

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